Amor Imposible

Rosa y Margarita nacieron casi en la misma época, pero no eran hermanas, ni siquiera primas. Nacieron no lejanas la una de la otra, en una bella zona campestre, en la que se ubicabas dos casa rústicas, pequeñas y acogedoras. Una de ellas, la villa «Malvasia» era quizás algo más cuidada que la otra, la llamada casa «el Rincón», en ésta última es donde nació Margarita. Rosa vio la luz en «Villa Malvasia».

Con el tiempo, ambas crecieron bajo el mismo cielo, pero no bajo el mismo lecho. Llegada la pubertad de ambas, empezaron a brotar unas ansias de algo que no acertaban a explicarse, y al ser hijas únicas, no tenían a nadie a quien preguntar por esas incertidumbres, por esas inquietudes, pues los respectivos padres de ambas habían fallecido misteriosamente, siempre durante el atardecer, cuando tanto Rosa como Margarita dormían plácidamente. Parece ser que murieron sin emitir ningún amén. Pero hasta en aquellos momentos, ni Margarita se había fijado en Rosa, ni ésta había visto aún a Margarita.

Un buen día, Margarita habíase despertado y por primera vez vio a Rosa, bella, deslumbrante, casi majestuosa. Intentó hacerse ver, para llamar su atención y Rosa a su vez vio a Margarita.. Pequeñita, pero con una carita que emanaba una alegría sin limites, unas ganas de vivar sin par. Margarita era sencilla y ahí estribaba su encanto; podría decirse incluso que no podía disimular una cierta dosis de timidez. Pero aún y así, no pudo menos que admirar la belleza de Rosa. Eso sí, tenía un cierto aire de arrogancia, una espinosa arrogancia, por lo que de inmediato la hizo sentirse algo acomplejada. A pesar de ese complejo, Margarita asustada, se dio cuenta de que se había enamorado perdidamente de Rosa. A primera vista, sin condiciones. Rosa por su parte, observaba a

Margarita y adivinó sus sentimientos por un no se qué de intuición. Y no era por el «que dirán», sino por muchos otro motivos por lo que aún no se podían comunicar.

Con el tiempo, hasta Rosa, a pesar de su latente altivez, empezó también a sentirse atraída por Margarita y así se lo hizo notar. Margarita no cabía en sí de gozo, pero sabían ambas que, en principio, era un amor imposible, in consumible.

Cierta tarde, tanto Margarita como Rosa, eso sí, con un cierto intervalo de tiempo, notaron un agudo dolor y cada una por su lado, cayeron en el desmayo. Tiempo después despertaron y no pudieron disimular su inmensa alegría de estar juntas, una junto a la otra, cara a cara, cuerpo a cuerpo. Había podido consumarse aquel amor que creyeron imposible, aunque notaron que ya no estaban en sus respectivas casas. Pero era igual. Poco les importó el «que dirán». Estaban juntas, placenteramente unidas. Para siempre.

.-Esa Rosa y esa Margarita quedan bien encima del piano.- pensó la Sra. Jiménez.- en ese estrecho y bonito jarroncito.-

Tony Bonne

Desde el Cielo y más allá!