Sudafrica

Aunque es tarea casi imposible resumir en tan pocas líneas una historia tan vasta y repleta de acontecimientos, como es la de cualquier país, me gustaría sin embargo intentarlo, aunque sea solo con una pincelada, pues encuentro que es de gran importancia el cambio producido allí en estos últimos años, de los más radicales y a la vez, al menos hasta ahora, de los más ejemplares. Me estoy refiriendo a Sudáfrica.

Estuve allí en los últimos tiempos del apartheid y fue desde luego una experiencia que no se olvida; como su nombre indica, era un país aparte. Por muy racistas que fueran los otros, la institucionalización de la desigualdad entre seres humanos, de la injusticia y de los más cerrados espíritus solo se daba allí, era único en su género. Podias respirar y observar en un aparente mundo feliz, en un país técnicamente avanzado, limpio, moderno, el poder del miedo, el miedo terrible de una minoría blanca a perder sus privilegios, a arriesgar su cómoda forma de vida, y a diluir su identidad frente a la gran mayoría de la población negra. No se prohibía expresamente con carteles, o al menos yo no lo vi, el acceso de la gente de color a lugares como hoteles, restaurantes, tiendas etc, pero debía de ser un ley implícita que todo el mundo conocía, menos los extranjeros, claro, que no se percataban de lo que pasaba hasta que de pronto, estando por ejemplo en una discoteca, te fijabas que no había una sola persona de color bailando o bebiendo sino simplemente uniformados y sirviendo. Entonces realizabas que no estaba en Austria o Alemania sino en Africa y te entraban unas naúseas que te hacía salir de allí huyendo.

Cuando los negros acababan su jornada laboral, debían volver a sus barrios y sus guettos en los que estaban obligados a vivir. Solo podían circular por territorio de los blancos con pases especiales. Por la noche los blancos volvían y vuelven, a sus barrios residenciales con sus casas custodiadas y valladas y con guardas de seguridad negros.

Pretoria, la capital del país, con apariencia de cuidada europea, limpia, ordenada, y normal, respira un ambiente de lo más opresivo que he vivido nunca. Tenía previsto quedarme varios días, al segundo tuve que marchar. Aún hoy día es el último reducto del espíritu afrikaner, sus calles, su plazas se hallan repletas de monumentos y esculturas dedicadas a la gloria de los bóers, Paul Kruger, Andries Pretorius, Piet Retief y tantos otros. Durante el apartheid veías además sus anchas calles donde circulaban solo algunos automóviles conducidos por blancos y grandes autobuses semivacíos con unos cuantos pasajeros también blancos, mientras que en las calles más apartadas y esquinas se hacinaban haciendo cola la gente de color, para subir a unos pequeños autobuses siempre atestados, que eran su medio de transporte.

Ciudad del Cabo, es una ciudad más hermosa y en la que, a pesar de que en el fondo existiera la misma situación, parecía respirarse un aire un poco más libre, aunque solo fuera un espejismo reflejado en sus hermosas e inmensas playas.

Alí empezó el primer asentamiento europeo y tres siglos de lucha y de sangre. El portugués Bartolomé Dias llegó a Table Ray, al pie de la table Mountain que domina la ciudad, en 1487, pero sólo fundó un pequeño asentamiento militar.

A fines del siglo XVI estaba a medio camino entre Europa y Oriente y en 1652 los holandeses decidieron establecer un asentamiento civil. Lo primero que construyeron fue una Iglesia y despues unas cuantas casas para las primeras familias que se establecieron.

La zona estaba habitada por bosquimonos y hotentotes, que preferían comerciar con los blancos que luchar contra ellos. Pero estos holandeses, a los que luego se unieron hugonotes franceses, eran calvinistas, religiosos fanáticos y de mente cerrada que se creían un raza superior elegida por Dios.

No tardaron en esclavizar a los nativos y empujarlos cada vez más hacia el interior ganando nuevas tierras. En 1970 había en la cuidada del cabo 21.000 blancos y 25.000 esclavos negros. Las guerras con las tribus nativas y sobretodo con los zulú fueron largas y enormemente sangrientas. La inferioridad de armamento de los africanos era manifiesta y se sostuvieron solo a base de un gran arrojo y de dejar decenas de miles de muertos.

A estas guerras se añadieron los ingleses, que ocuparon la colonia en 1795. En su deseo de independencia de los británicos, los bóers, que significa campesino en holandés, iniciaron el Great Trek o emigración hacia el interior, derrotando finalmente a los ejércitos rebeldes y zulúes. Fundaron tres repúblicas: Natal, Transvasa, y el Estado Libre de Orange. En 1843 Gran Bretaña conquistó Natal y les dejo las otras dos.

Pero a partir de 1869 algo importante cambió y fue el descubrimiento de las minas de diamantes, las mayores del mundo. Una década después se descubrieron las minas de oro de Johannesburg, también de una riqueza extraordinaria, los negros no tenían ya la más mínima opción.

En 1869 Gran Bretaña invade el Transvaal y se inicia la guerra anglo-bóer, la más sangrienta y dura guerra colonial que sufrió Inglaterra. Terminó en 1902 con la victoria británica.

Luego, poco a poco, empezó un lento proceso de los africanos por dejar oir de nuevo su voz despues de tantos años de lucha y exterminios.

En 1914 diversas asociaciones políticas formaron el Congreso Nacional Nativo de Sudáfrica. En 1923 cambió su nombre por el de Congreso Nacional Africano (ANC) y en el año 49 Nelson Mandela entró en su ejecutiva. Por sus actividades políticas y su defensa de la libertad fue condenado a cadena perpetua en 1964, cuando ya empezaba a ser un símbolo de entereza e independencia para los suyos.

En 1961 el Preimer Ministro afrikaner proclamó la independencia de Inglaterra. El apartheid y la represión seguían reinando a sus anchas en el país pero en la década de los 80 arreció la presión interna y externa contra él.

El gobierno de PW Botha empezó a introducir unos tímidos cambios pero el final definitivo de éste régimen cruel e injusto lo marcó la ascendencia al poder de Frederik De Klerk. En pocos meses liberó a Mandela, legalizó los partidos políticos y suprimió las leyes del apartheid.

Mandela salió libre el 11 de Febrero de 1990 y ese día todo el país era un clamor cantando “Dios bendiga a Africa” el himno nacional del ANC.

En 1994 se realizaron las primeras elecciones libres del país que dieron la victoria al ANC y Nelson Mandela fue proclamado Presidente.

Que hasta hoy en día y por primera vez en siglos el país haya podido resolver políticamente y sin derramamiento de sangre una situación tan conflictiva, que ha dado la vuelta a las convicciones y a situaciones tan arraigadas en la gente a pesar de que eso no haya sido hecho sin problemas, por supuesto, es un logro muy importante y un pequeño escalón mas que avanza la humanidad en su conjunto después de dar tantas veces un paso para adelante y tres para atrás.

El discurso de investidura de Nelson Mandela terminó con las palabras: “Nunca, nunca, nunca más en este hermoso país revivirá la opresión de un hombre por otro, el sol nunca se pondrá sobre tan gloriosa conquista humana. Dejemos reinar a la libertad. Dios bendiga a Africa.”

Magda Negre

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