Australia
Lo primero que me sorprendió del viaje a Australia es el viaje en sí. Un largo y extraño viaje…Cuando tome el avión en Londres, hasta que puse los pies en el más pequeño continente y por contraste la más extensa isla del mundo, transcurrieron treinta ocho horas en el aire, con sus correspondientes cuatro escalas en distintos puntos de Europa y Asia. Cada vez que el aparato remontaba nuevamente el vuelo, las azafatas servían las comidas de acuerdo con el horario del país donde había aterrado y como éste no se adaptaba precisamente al horario del estómago de los viajeros, se podía tranquilamente comer dos almuerzos, seguidos de dos desayunos y después una cena.Tampoco las horas del sueño estaban muy claras, porque volábamos de espaldas al sol y siempre era oscuro en el exterior. Dormitábamos a ratos y en desorden, parecía como si perseguiremos el día y nunca llegáramos a alcanzarlo
Tras la redonda ventanilla del avión la luna iba desfigurándose poco a poco, los ojos y la boca había desaparecido y ya no mostraba la cara familiar de siempre, parecía distinta, casi desconocida. Pero cuando incliné mi cabeza la luna volvió a ser la misma de antes, entonces comprendí que no era ella la que iba girando, sino nosotros los que estamos dando la vuelta a la Tierra, una vez asimilado esto, casi me sorprendió al llegar que los australianos no caminase pies arriba…Melbourne era nuestro destino final del viaje y en poco se diferenciaba de otras grandes ciudades del Globo, pero la luz del hemisferio Sur siempre parece distinta a los viajeros que vienen del Norte. Habíamos conseguido al fin atrapar al sol y un amanecer transparente parecía envolvernos.
Camino a mi nuevo alojamiento y mientras pasábamos bordeando el puerto, vi una manada de cisnes negros que nadaba tranquilamente entre los yates anclados en los muelles. Me sorprendió su color y mis amigos me explicaron que los blancos, tan populares entre nosotros, allí son casi desconocidos. Comprendí que si las aguas de un puerto eran claras y limpias como las de un lago, aquel continente era de los pocos reductos aún no contaminados del planeta y para mantenerlo así los habitantes de Melbourne conservaban sus viejos tranvías pintados en vivos colores que, unidos a las hermosas casas coloniales, daban a sus calles un toque pintoresco de principios de siglo.
A los turistas se nos han vendido tópicos infantiles y lo sabemos, y una no espera que todos los americanos sean cow-boys, los españoles toreros, los italianos mafiosos y los escoceses nazcan con una gaita bajo el brazo, al llegar a Australia por primera vez, aún se tiene la esperanza de ver algún canguro cruzando la calzada mezclados entre los transeúntes. Pero aunque las carreteras están llenas de señales de tráfico que alertan su paso, estos tímidos animales viven en los bosques y no se dejan ver a menudo. Ante mi decepción, mis amigos me llevaron después al Healsville Park, donde se les puede admirar junto a la riquísima fauna del Sur del continente.
Mi segunda decepción: Cuando manifesté mi deseo de visitar el Ayer´s Rock, el monumento monolítico quizás mas representativo de Australia, todos se echaron a reír y me explicaron que llevarme allí no era una simple excursión turística, si no un verdadero viaje de varios días, en otras palabras, estaba demasiado lejos…Pero a parte de estas pequeñas decepciones, descubrí otras cosas que no se encuentran en ninguna guía turística. Ejemplo: aún en el más sofisticado restaurante de cualquier ciudad australiana uno puede llevarse su propia bebida que un camarero recogerá en la entrada y se apresurará a introducir en la nevera, para servirla después amenizando los platos que se consuman. Incluso pueden leerse en las fachadas de los restaurantes rótulos luminosos indicadores del curioso sistema: Bring your own. B:O: para abreviar.Y otra pequeña anécdota: En los inevitables Mac Donalds no hay catchup para alegrar las hamburguesas…¿Por que? La explicación es muy simple, a los australianos no le gusta la salsa de tomate… Y así un largo etc…
Durante aquellos días recorrimos en coche una espectacular carretera bordeando el mar en el territorio de Victoria y me enamoré de las playas… Playas aún salvajes y apenas concurridas donde en algunos rincones el bosque se desliza hasta los mismos pies de la arena y en otros, el mar se enfrenta a rocas altas como gigantes. Ese mar multicolor, salpicado por la espuma de las olas, en cuyas crestas se practica el sur en el verano de los hombres del Sur que corresponde al invierno de los hombres del Norte. Dato importante: Sorprende a un viajero procedente de otros continentes encontrarse con tanta extensión de tierra virgen. Pero a los australianos les sucede al revés, cuando salen de Australia se sienten agobiados en los superpoblados países que visitan. En general son conscientes de vivir en un paraíso, pero se sienten muy aislados del resto del mundo..
Mientras cruzábamos grandes extensiones de terreno y enormes granjas de ovejas, aparecieron cuatro viejas casa de madera deteriorada y un desvencijado poste de gasolina, por un momento pensé que había atravesado el túnel del tiempo y me encontraba en el lejano Oeste americano… Australia era una caja de sorpresas…
Mas adelante paramos para confraternizar con los graciosos Koalas que colgados de las ramas de los eucaliptos comían glotonamente sus hojas. Australia es también la tierra de los eucaliptos gigantes y estos árboles constituyen para los australianos un símbolo de identidad
Pero quizás el William Ricket Sanctuary fue una de los lugares que mas me impresionaron. Después de contemplar las bellísimas esculturas representando a los primitivos aborígenes que ese atípico escultor, coloca entre la maleza como si fueran elementos vivos, se me ocurrió preguntar: Pero…¿ y los aborígenes?.¿ donde están los aborígenes australianos,?.- Mi amigo hizo un gesto ambiguo y respondió: Solo constituyen un 2 % de la población, no será fácil que los veas
Ya de regreso a mi país, cuando deshice mi equipaje, lo primero que vi entre mis ropas fue la bandera de la Independencia australiana representando la constelación de Cruz del Sur. Me la habían regalado ante la imposibilidad de poder llevar en la maleta a las estrellas que brillan en el hemisferio austral.. Mis amigos sabían que las encontraría a faltar cuando volviese a contemplar el cielo desde la otra punta del planeta..
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