Igualdad de Sexos….utopía o realidad?
Hablar sobre el feminismo en nuestro días sin rozar los tópicos de siempre no es fácil, porque hay quien todavía se imagina a la mujer que lucha por la igualdad de sexos como un ser poco agraciado y algo masculino, que busca compensar su oculta frustración, en una feroz competitividad con el hombre. En mi opinión personal, la mujer solo sigue intentando conseguir el reconocimiento a unos derechos que todo ser humano posee, independientemente del sexo que le haya caído en suerte al nacer.
Pero desde luego no he escrito este articulo con la intención de dar conocer mi opinión sobre los derechos de las mujeres, sino simplemente de hacer un pequeño repaso a la historia del feminismo, quizás con la esperanza de que esto pueda servir para aclarar un poco mas la actitud de algunas de ellas frente a la discriminación sexual, discriminación que aun siguen padeciendo no solo en el tercer mundo, donde es por todos conocida la situación vergonzosa y humillante de la mujer frente al hombre, sino en nuestra propia civilización occidental.
La base ideológica del feminismo fue proporcionada por los filósofos del siglo XVIII durante la Revolución Francesa, ya en aquel tiempo se formaron clubes de mujeres republicanas que exigían que el trilema libertad, igualdad, fraternidad se aplicara a todos los sexos. El Código de Napoleon que sirvió de modelo a los posteriores códigos europeos, frustró estas aspiraciones al consagrar jurídicamente la dependencia familiar y económica de la mujer burguesa y limitar el derecho a la propiedad de la mujer casada, imposibilitándola de disponer de sus propios bienes o dirigir negocios sin permiso de su marido. Pero las tendencias a la reivindicación de la independencia femenina se vieron favorecidas por la industrialización al exigir el trabajo fuera del hogar de un elevado contingente de mujeres asalariadas que representaban una fuerte mano de obra barata y desde entonces la conquista del sufragio representó para ellas el primer objetivo a conseguir, el punto de partida para las nuevas conquistas…
En 1866 el diputado ingles John Stuar Mill presento en el Parlamento una petición del derecho al voto de las mujeres, pero estos intentos chocaron contra el conservadurismo defensor de la familia tradicional.
El pater familias, había pretendido siempre que su esposa viviese en casa, ayudada si podía por el servicio, el éxito de un hombre se media por el lujo y las comodidades que le podía dar a su esposa, lo cual se convirtió en un símbolo de prestigio para la mujer de aquella época, adulada como ángel del hogar y estimulada por la Iglesia católica que exigía ignorar los placeres sexuales para ser una mujer respetable.
El gusto por el sexo estaba reservado únicamente a las prostitutas y la hijas eran dejadas en la mas absoluta ignorancia sexual y celosamente guardadas para el hombre a quien los padres concedían aquella flor virginal. La dependencia económica contribuía a reforzar la autoridad paterna y la necesidad de encontrar marido. Ignorantes, sin profesión, privadas de recursos, no era de extrañar que las mujeres reclamaran apasionadamente su libertad y el segundo paso después de conseguir el voto, era lograr un trabajo retribuido. Todavía en el primer decenio de nuestro siglo eran míseros los jornales de las obreras, ya que la sociedad pensaba que el único deber de la mujer era cuidar de la casa y de los hijos y si la mujer trabajaba era solo impulsada por la necesidad de ayudar al mantenimiento de la familia. Las solteras en espera de un libertador que la redimiese de la necesidad de ganarse un sustento, tampoco se mostraban exigentes en sus reclamaciones saláriales.
Solo en 1903 se consiguió una autentica organización con la fundación de la Sociedad de Unión Política y Social de la mujer, obra de la ciudadana británica Emmeline Pankhurst, verdadera pionera de los derechos de los que ahora disfrutamos las mujeres occidentales del siglo XX.
Esta sociedad, a cuyos miembros se les llamaba sufragistas, adoptó un nuevo sistema en la historia del feminismo internacional como único medio posible para llamar la atención y lograr ser escuchadas: la lucha.
Se comenzó perturbando los comicios de los diputados y se continuó incendiando edificios públicos, ferrocarriles, buzones de correos, etc… las sufragistas, fieles a sus ideales se expusieron muchas veces al ridículo, sufriendo con frecuencia la prisión, sin embargo sus peticiones no se vieron aceptadas hasta después de la primera Guerra mundial en 1917, aunque solo podían votar las mayores de 30 años de edad, ya que a ojos de la mayoría masculina, la mujer, como ser menos dotado intelectualmente y emocionalmente, alcanzaba la mayoría de edad hasta mucho mas tarde que el hombre.
También y a medida que la obra de Freud sobre la sexualidad se difundía poco a poco, sufrieron una transformación las ideas el sexo y de la vida familiar y las mujeres comenzaron a considerar las idea de la procreación como algo independiente a la sexualidad, teniendo esto como consecuencia limitar el numero de hijos y permitir a la mujer disponer de mas tiempo y de mejor salud.
Es curioso notar que las ventajas que la mujer disfruta en la actualidad, han sido conseguidas hace relativamente muy poco tiempo, especialmente si pensamos que en el campo intelectual no se generó el acceso de las mujeres a la enseñanza secundaria hasta después de 1918 y solo con posterioridad a la II guerra mundial ocurrió lo mismo en cuanto a la universidad, y que fueron necesario para ello 50 años de feroz y constante lucha de esas mujeres desconocidas y a quien prácticamente hemos olvidado.
No estaría de mas que recordándolas, recordásemos también el mucho camino que todavía tenemos que recorrer, para llegar a la meta que estas se habían propuesto.
En la actualidad el desequilibrio persiste en los pesados deberes familiares que aún recaen sobre la mujer que trabaja y que hacen que su jornada laboral se prolongue excesivamente, esto no hace mas que mantenerla de manera encubierta, en un estado parecido a la esclavitud de tiempo pasados. En cuanto al aspecto económico aun no se han establecido igualdad de salarios, y ni siquiera existe verdadera igualdad en el acceso a todas la profesiones y a los lugares de responsabilidad.
Y para finalizar solo querría añadir algo que resume esta idea de igualdad por la que la mujer sigue luchando, expresadas magistralmente en las palabras de la escritora francesa Françoise Giraud: La mujer será realmente igual al hombre el día en que se designe a una mujer incompetente para un puesto importante
Aunque …¿no seria todavía mucho mejor, que todos, hombres y mujeres tuviésemos las mismas oportunidades para ocupar un cargo responsable con competencia? Quizás la utopía de un futuro mejor se convertiría en realidad…
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