Rousseau, La Filosofía

Paris 1792 d.C.

Corría el año 1780. La noche estaba muy avanzada y Pierre caminaba pensativo por las avenidas solitarias del gran París, sin darse cuenta y como tantas otras veces, sus pasos se encaminaron hacia la casa donde había vivido su padre años atrás. Había algo extraño y misterioso que le atraía en ella, como si dentro de las ruinosas paredes todavía pudiese hallar la esencia del espíritu del gran filósofo. No había podido conocer a Rouseau, pero lo admiraba profundamente y se sentía orgulloso de que su sangre corriese por sus venas.

Todo seguía igual, la misma fachada antigua en una calle tranquila… sin embargo aquella noche algo extraño parecía flotar en el aire, perturbándole hasta el punto de inmovilizar sus pies e impidiéndole proseguir el camino. Miró hacia la casa… ¿qué podía haber de distinto en ella? Intentó imaginar como hubiera sido su padre cuando viva allí, años atrás.

Nunca supo cuánto tiempo pasó observándola, cuando de improviso un hombre se detuvo ante la puerta, estaba de espaldas a él, pero no hizo falta que se girase para reconocerlo, era el propio Jean Jaques Rousseau y Pierre se dio cuenta de que sin saber cómo, estaba en una época que no le pertenecía. Entonces, intentando superar la emoción de verle vivo, se acercó a él a grandes pasos cruzando la calle y cuando el gran filósofo iba a introducirse en el portal, Pierre le tocó tímidamente en un hombro… había tantas cosas que quería preguntar a su padre, tantas cosas que no le había dicho y quería saber… no podía perder aquella oportunidad.

Al sentir el contacto Rousseau le miró sorprendido y Pierre se sumergió de repente en aquellos dos pozos grandes y grises que eran sus ojos, pero sus aguas no eran los remansos tranquilos que  él estaba acostumbrado a ver en sus retratos, en ellos se libraban  dos remolinos inquietos que desconocía y su luz le cortó la palabra. Su padre era un hombre joven y su juventud le desconcertaba.

Vio que no le reconocía y sin embargo algo en él pareció perturbarle, pensó que hablarle directamente seria asustarle aún más, pero… ¿qué  podía decirle? Al fin se decidió.

. – Yo os conozco. –  casi tartamudeó.

. – Si, es posible que sí. – le contesto Rousseau, mirándole con mucha atención.

. – Intuye lo que voy a ser para él en el futuro. – pensó el joven. – debo seguir hablando… –. – Quizás nos hemos visto en algún sitio hace tiempo o quizás. – murmuro volviéndose más audaz. –  nos veremos en un futuro próximo –.

El filósofo pareció comprender, ambos habían abandonado el concepto de presente y entraba en un sentido especial del tiempo.

. ¿- ¿Quién eres tú? – le preguntó.

. – ¿No lo adivináis? .-

. – Creo que algo nos ha reunido a los dos en esta circunstancia tan especial por algún motivo concreto que yo no puedo entender ahora…: _ ¿Que habéis venido a decirme? –

. – Quisiera preguntaros si desearais conocerme algún día, porque aún no me conocéis. –

. – No os comprendo. –

La pregunta había sido incompleta, hubiera tenido que añadir… ¿os gustaría tener un hijo como yo? pero no se atrevió a hacerla. Decidió no hacerle más preguntas e intentar averiguar algo de su momento presente tan importante para él.

Habían comenzado a pasear sin darse cuenta, uno al lado del otro. La calle parecía extrañamente solitaria, nadie se cruzaba en su camino, tampoco se oía ningún ruido, solo sus voces que resonaban sobre las paredes de las casas, no podía decir si era de día o de noche, pero una luz especial lo iluminaba todo, aunque tampoco se podía decir que clase de luz era.

En aquel momento su padre tenía casi su misma edad y le era más fácil verlo como a un amigo y hablar con él con naturalidad

. – Decidme. – le preguntó, al cabo de un rato de silencio. – ¿Sois feliz?

A Rosseau no parecía sorprenderle aquella clase de preguntas. –

. – No he tenido madre y mi infancia fue vagabunda, he recibido una desordenada educación, he intentado ser médico, músico y profesor, mi vida no ha sido fácil y ha estado llena de aventuras y de amores fugaces, pero me siento feliz porque he conseguido vivirla en libertad y no como los demás decían que la viviese.

La pregunta que quemaba la boca de Pierre surgió al fin con toda su fuerza, abrasando su aliento. –

. – ¿Os gustaría tener un hijo? .-

El filósofo le miró, sus pupilas parecían estrellas en el cielo gris de sus ojos, casi ninguna de las arrugas que luego surcaron su piel había aparecido en su rostro de agradables facciones, pero la serenidad que en su madurez fue su principal característica comenzaba a perfilarse en su mirada, amortiguando el ardor del impulso que brillaba en ella.

Estaban en una pequeña plaza y los árboles tenían extrañas tonalidades violáceas y púrpuras que Pierre nunca había visto antes.

. – ¿Un hijo? – reflexionó unos instantes. – No es un buen momento para tener un hijo… pero si esto sucediera creo que sería algo muy importante para mí. –

El joven estuvo a punto de saltar al cuello de su padre en una reacción ambigua e incontrolada de amor y de odio, le hubiese gustado abrazarle y estrangularle al mismo tiempo.

Siempre había querido saber si había sido un hijo deseado, pero… ¿Qué  horrible contradicción era aquella?… ¿Cómo puede alguien desentenderse de lo que es importante? ¿Cómo alguien, que predica en todos sus libros que el hombre debe buscar sinceramente su norma de conducta en su propia consciencia, pudo abandonar después a sus hijos en un hospicio? Aquel había sido el gran enigma que le había perseguido durante toda su vida y sabía que no podría descansar hasta descifrarlo y esta era su oportunidad. ¿Debía pues decirle quien era él? – Decidió que todavía no; debía saber más cosas, pero no hicieron falta más preguntas, porque Rousseau como su hubiera entendido sus pensamientos continuó hablando…

. – Un hijo no pide venir al mundo. – hablaba como para sí mismo. – Merece todo el amor. Todo el que se pueda dar para que pueda reprocharte el  no haberlo hecho. Un hijo es como una rama que brota del tronco de un árbol, si el árbol es fuerte y tiene sólidas raíces podrá también darle fuerza y vigor para crecer sano y feliz. Un padre jamás debe de  tratar de modelarlo a su imagen, ni según las ideas convencionales dominantes, debe conseguir que el desarrollo espiritual del niño se realice de un modo espontáneo, que cada adquisición sea una nueva creación, que todo provenga del interior no del exterior de acuerdo con su sentimiento y su instinto.

Pierre se dio cuenta de que su padre ya no hablaba de su propio hijo, sino que generalizaba en todos los hijos de la Humanidad y se sintió frustrado Necesitaba obtener respuestas personales, no ideas que ya había leído en sus libros años atrás. Su padre teorizaba de una manera tan estimulante que Francia entera había dicho de él: Es imposible expresar el entusiasmo de toda la nación en favor suyo. – Pero los hijos de Francia no eran los hijos de su propia carne y sangre y él sí. Entonces, ¿por qué su padre había preferido amarlos a ellos y sacrificar al suyo propio abandonándolo a su suerte?

Sin embargo, comprendió que Rousseau deseaba continuar hablando, y que debía de ser paciente y escucharle… había esperado ya tantos años que era absurdo impacientarse ahora que estaba a punto de descubrir su verdad.

. – Un sistema de educación racional conforme a la naturaleza, hará al hombre bueno y feliz. La educación tradicional oprime y destruye la naturaleza originaria del hombre y en su lugar yo propongo una educación cuyo fin  solo debe limitarse a suprimir los obstáculos que se oponen a su libre desarrollo. –

Pierre ya no pudo contenerse por más tiempo, recordaba los largos y tristes años vividos en el hospicio, desde donde oía hablar del padre que le abandonó al nacer, como el benefactor de la humanidad.

. – ¿Y un orfanato es el mejor medio para que un hijo se desarrolle de acuerdo con su propia naturaleza? –

Rousseau pareció volver a la realidad, había hablado con la pasión propia del que cree firmemente en sus propias palabras, tenía fe en ellas, vivía para ellas, pero sus teorías estaban engendradas para la abstracción, no podía personalizarlas, estaba demasiado ocupado creándolas para los demás…

. – Si tuviera hijos… el tono de su voz se hizo casi susurrante, sus ojos ya no brillaban, había perdido su entusiasmo y su energía, ya no era un filósofo disertando brillantemente sobre sus firmes creencias, era un hombre confuso, asustado ante la responsabilidad de aplicar en algo suyo  todas sus ideas…

Pierre sintió pena por aquel hombre enfrentado a sí mismo, pero no cedió, conseguiría que su padre le contase el porqué de su abandono, por qué aquel ser famoso por su integridad había podido ser capaz de desentenderse completamente de su hijo y había dedicado toda su vida a los hijos de los otros.

Rousseau, continúo hablando en un penoso monólogo…

. – Pero yo no debería tener hijos… El hombre nace libre y la sociedad le encadena, el hombre debe buscar el bien y el mal en sí mismo aunque ello implique enfrentarse a la autoridad y las leyes, porque posee una bondad innata que se corrompe en cuanto entra en contacto con la civilización, ellas son las culpables de tanta desigualdad y tanto dolor, el hombre debe volver a la naturaleza donde están sus raíces, para volver a aspirar a su inocencia.-Hizo una larga pausa para continuar después más sosegadamente.-.- Me he alejado el grupo de filósofos de la Ilustración y me he enfrentado a las autoridades. Mis libros han sido condenados a la hoguera, he tenido que huir de Francia y refugiarme en Inglaterra, ahora he vuelto a París y estoy obligado a ir de un sitio a otro, siempre con el temor a que me encarcelen ¿Como podía yo arrastrar conmigo a un hijo a semejante suplicio?… Yo creo en la libertad individual y la independencia frente a toda autoridad y para ello, debo estar libre de responsabilidades…

Pareció haber recobrado de pronto su perdido entusiasmo.

. – Escúchame bien, joven desconocido, que me hacéis preguntas a las que no puedo contestar… Mis ideas tendrán mucha influencia en la posteridad. Habrá un día en que en todo el mundo se desarrollará según mis creencias, yo seré el pilar de una nueva sociedad llamada república democrática, en las que el pueblo ejercerá funciones de soberanía y legislación. Porque, ¿sabéis? No existen diferencias entre los hombres, estos nacen todos igualmente libres, la desigualdad y la opresión son resultado de una organización contraria a la naturaleza y a la razón humana. Cuando, como en el caso de la monarquía absoluta que nos gobierna, la sociedad no sirve para garantizar los derechos de cada individuo, sino que por el contrario los viola y atropella, esta sociedad debe abolirse porque se ha convertido en un régimen despótico. –

Pierre se sintió cada vez más lejos de su objetivo, su padre no quería responder a su pregunta o simplemente no podía hacerlo, creía en el individuo, pero solo podía vivir para la masa humana.

. – Quiero mostrar a mis semejantes a un hombre en toda la verdad de su naturaleza y ese hombre seré yo: Rousseau, el imaginativo, el realista, el lógico, el sensual, el reformador, el utópico, el único Rousseau, pero… ¿por qué me hacéis tantas preguntas? –

Pierre no le contestó, sabía cuánto había venido a averiguar y había dado ya media vuelta y se alejaba en dirección contraria, iba en busca de su presente y abandonaba a su padre en un pasado…

De repente la calle, cobró una realidad distinta y volvió a ser como antes. El joven imaginó que había estado soñando despierto frente a la casa donde había vivido su padre, pero aquel paseo parecía demasiado real como para haber sido producto de su imaginación…

. – Sin duda mi ensueño ha querido advertirme de algo y yo debo captar su mensaje.

Continuó caminando, sumido en sus profundos pensamientos, cuando de pronto se detuvo, acababa de descífralo. Ya no odiaría más a su padre, no podía hacerlo, él lo había abandonado a su suerte, pero su suerte sería mejor gracias a él. Una nueva era de libertad se extendía ante su futuro, donde no habría diferencias entre los hombres. Los tiempos estaban cambiando y toda la nación vibraba con aires nuevos que auguraban destrucción de lo viejo para que lo nuevo naciese y curiosamente él, Pierre, el hijo no deseado del gran hombre, seria testigo de los advenimientos, Rousseau en cambio moriría sin poder ver el resultado de su obra.

. – Siempre creí que no tenía padre. – pensó. – Ahora he comprendido que solo lo he compartido con los demás. – y añadió dirigiéndose al Panteón parisién donde estaba enterrado el gran hombre y cuya bóveda relucía como oro en medio de la oscuridad de la noche.

. – Padre, quizás no me educaste como a un hijo, pero te perdono porque has educado a toda la Humanidad como a  un padre. –

Gloria Corrons
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