
La forma original de la «A» se posa sobre mi prólogo
Antes de ser buey, la letra A volaba sobre las pirámides en Egipto. Luego, por un proceso extraño, pasó a ser buey y aró la tierra tirando del arado. La letra A cultivó la cultura que me cultivó a mí, y vino a posarse sobre el prólogo de mi libro:
LA LOCURA DE ADÁN.
Sucedió que, tras años de intentarlo, acabé un extraño libro y quise contar lo que había antes del texto, antes del Logos. Es decir, crear un prólogo.
Ese prólogo debía empezar por A para dar sentido circular al texto, que acababa con Z.
La idea era crear un simbolismo en el que la palabra prólogo se expresase en forma de imagen.
Y la imagen era un águila volando. El título completo fue:
ÁGUILA SOBRE LA PÁGINA EN BLANCO y como subtítulo: PRÓLOGO.
Sin saberlo, había escogido como palabra inicial no solo una que comenzaba por A, sino también la que describía la primera forma que tuvo esa letra.
Quiero contarte cosas de ese libro que se escribió a través de mí, el cual tomó de mí su forma y llegó a ser tan parecido a mí que me avergüenza que lo leas, un libro tan abismal bajo su loca e inocente apariencia, que me asusta.
Veamos ese prólogo y luego veremos el rico simbolismo que surgió en este texto:
ÁGUILA SOBRE LA PÁGINA EN BLANCO [PRÓLOGO]
“Al principio Elohim manifestó el cielo y la tierra.” Así reza el primer párrafo del libro más conocido.
En hebreo, el primer párrafo de la Biblia comienza con una B: “Bereshit bara Elohim et hashamayim ve’et ha’aretz.”
Yo he querido que mi libro comience con A.
A de Adán.
A de Águila.
Águila, ave que vuela sobre una página en blanco. El ave Garuda de las culturas asiáticas, quizás símbolo del sol, o símbolo de la mirada que ahora lee este texto.
No, no hay página en blanco. No hay principio; siempre ha habido un libro antes.
Por más que, como autor, yo haya comenzado escribiendo en la blanca superficie de un papel, o en el blanco espacio de un nuevo archivo del editor de texto.
No, no ha habido nunca una página en blanco. La página solo es el espejo donde se refleja un libro eterno.
El libro, de una u otra forma, estuvo siempre ahí. Un texto preexistente, intangible hasta que desciende. Algo que desciende del cielo a la tierra con el vuelo del águila. Quizás sea el vuelo del ave, mi mirada, lo que manifiesta la ilusión de un cielo y una tierra. Quizás el descenso mismo, cree esa ilusión.
¿No es, acaso, “abajo” el nombre que damos a lo más denso? El águila que desciende es un símbolo de la concreción de lo inefable. Quizás la historia escrita sea la manifestación del proceso en que lo eterno muere y eso atemporal, al morir, se convierte en un texto, un relato, un libro.
Aquí el uso del primer párrafo del Génesis hace referencia a la idea de “libro” como símbolo del concepto de Logos, verbo, pero más concretamente a la idea de “libro escrito”.
La idea de que “al principio” hace referencia a una creación desde la nada, aquí está modificada como una manifestación y no como una creación.
El juego de apreciar que ese inicio comienza por B y anteponer la A como algo previo a la manifestación no es un invento mío, sino algo común en las interpretaciones cabalísticas. La primera vez que oí comentar ese detalle no fue de fuentes judías, sino que fue en una conferencia de un obispo católico que un amigo me dio a escuchar.
La palabra “prólogo” viene del griego antiguo prólogos, que se compone de pro- y logos. Pro- significa “adelante” o “delante de”, y logos significa “palabra” o “plan”. Por lo tanto, “prólogo” significa “antes de la palabra” o “delante de la palabra”.
Sí, el águila es el símbolo de la A, y la página en blanco es donde el texto aún no está escrito. Esa parte del título es una imagen que representa el significado de la segunda parte, que es prólogo, y lo que sigue es el viaje de ese águila, su descenso.
Estoy narrando el proceso mismo como el texto que estás leyendo surge desde algo que yo, como autor, siento es el origen de lo que escribo.
No sé si puedes imaginar que decir eso no me deja indiferente, porque me doy cuenta de la arrogancia que parece transmitir esa insinuación o afirmación.
Digo que mi texto surge del instante anterior al texto sagrado de las tradiciones monoteístas y simbólicamente de todo texto sagrado. ¿Pero qué cosa afirmo que es ese Águila? – La mirada del lector.
Y afirmo después que ese texto es un espejo, que no ha habido una página en blanco. Es decir, que el texto refleja un texto eterno, un texto anterior que se manifiesta por ese descenso de la mirada. De hecho, afirmo que la mirada lo hace descender de lo intangible hacia lo concreto, lo pesado, lo denso.
En el momento de la escritura, esa mirada es la mía, pero en el proceso de lectura es el lector…
Antes del texto, antes de que comencemos a ver ningún personaje, es el propio libro el que desde “el principio” se está mostrando como un espejo de sí mismo y al lector como parte de esa manifestación mágica que es el propio libro que estás leyendo.
Estamos ante un prólogo que es casi una iniciación gnóstica, y te aseguro que los símbolos que he usado me sorprenden a mí tanto como si, en lugar de ser el autor, fuese alguien que leyese eso sin haber participado.
Pero participé. No es escritura automática o canalización inconsciente. No hay una entidad diferente a mí escribiendo palabras; son revelaciones precedidas de investigación, meditación y autoobservación.
Lo que describo es esotérico solo si aceptamos que esotérico hace referencia a autoconocimiento y no a ser poseído por entidades divinas o demoníacas. No es mi experiencia haber estado en un proceso así, aunque sí haber estado al borde mismo del lenguaje, al límite donde la mente se convierte en un abismo y donde la locura parece amenazar con invadirlo todo.
Por eso el libro se titula como se titula:
LA LOCURA DE ADÁN
Es un acto mágico en que la coherencia con la intención primera toma el control, y mi intención primera la expreso más adelante en el propio texto: “Quiero destruir todos los libros”.
Yo sentía esa necesidad en mi alma, pero no sabía por qué. Escribí mucho durante 30 años y el prólogo fue la última parte del libro que escribí. Pero no entendí completamente qué había escrito hasta que se me reveló que la letra A, que yo siempre había escuchado decir provenía de la imagen de un buey, había sido un águila.
Antes de ser instrumento para la creación de culturas, volaba sobre las pirámides de Egipto.
Volaba por encima de todo, por encima del verbo, por encima del logos… por encima del libro.
No, no es que quiera destruir ningún libro, lo que quiero es liberar al águila, devolverle la libertad.
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